jueves, 28 de marzo de 2013

Poema de Limam Boisha en Ritos de jaima

Jaima

Al vislumbrar en la imponente 
profundidad de la llanura, 
un débil resplandor 
de mar o de niebla, 
y si en el cielo veo un ondular
blanco y refulgente, 
o quizás rojo y fosco,
mi alma se imanta.
Siguiendo su estela 
advierto una cresta ingrávida en el aire,
azul, ligera, alada,
y se vuelve ola,
y aparece y desaparece,
y me impaciento.

Una vibración telúrica recorre
mis huesos y aviva mi sangre.
En medio de la grandeza de la planicie
contengo el paso del aire y cavilo. 
¿Era un relámpago de ensueño?
Pero la ola o al cresta se eleva
y rompe sobre una acacia.
Y de nuevo un golpe sonoro, 
vestigio de memoria,
o latido de lluvia, 
me revela nítida una jaima
!Cuanta dulzura!
Y más allá otra y otra.

Frente al espacioso habitáculo una llama brota,
y la leña imperceptible y seca restalla,
el humo azulado orilla la vista
de unos hermosos ojos,
y se eleva en un suspiro y se desvanece.

La sempiterna arena acaricia los pies, 
a la vista las huellas
inconfundibles de la majada,
y en los contornos de la duna
corretean los niños desbordando alegría.

El antiquísimo torrente de la vida 
palpita en la raíz de una jaima,
y solo entonces,
el universo está en orden.

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